13 dic 2019

"Soy Maratonista"

Ok. Comencemos con contarles que durante los últimos 5 meses estuve entrenando para correr un maratón muy significativo para mí.
Muchas personas, a las que llamaremos “Atletas”, tienen metas personales cuando se inscriben en una carrera que están relacionadas con su desempeño deportivo: hacer menos tiempo, romper un récord, subir a un podio, etc.

Pero existe otro grupo, un grupo que suele pasar desapercibido, formado por personas que tienen otras motivaciones para terminar una distancia, y la mayoría de éstas motivaciones están determinadas por eventos personales que nadie, con excepción del que va a correr, tendría porqué sentirse con autoridad de juzgar, y aquí es donde continúa mi historia.

Les contaba que estuve entrenando por varios meses: levantándome a veces antes de las 5 para ir a correr, comiendo ciertas cosas a ciertas horas y dejando de comer otras en ciertos días, monitoreando mis horas de sueño, yendo a “correr” con lluvia, sol u oscuridad, en fin, no fue un entrenamiento sencillo, ni tampoco es mi primera vez. Me entrené a mí misma con el mismo método que hice mis maratones anteriores y que ha funcionado, cuando el objetivo no es estar por debajo de cierto tiempo, sino terminar y ser felíz con el triunfo de haber logrado una meta personal, de trazarte un objetivo y conquistarlo.

Pues bien, luego de varios meses de DISCIPLINA y ENTRENAMIENTO, llegó el día de la carrera. Sin excepción, durante mis entrenamientos nunca sufrí de contratiempos, pero yo sé que ése día, muchas cosas pueden pasar, pero yo iba preparada física, y sobretodo, mentalmente para cualquier imprevisto.

Disparo de salida. Nervios, y emoción al máximo. Salgo, buen ritmo, buen ambiente, todo perfecto: “es mi día, es mi momento”. 1 hora…2 horas…y de repente…. Ouch!!!! Km 18 y algo me está pasando en una pierna, y no sé que es, parece calambre pero nunca me ha dado ahí… me duele, pero puedo seguir…. no, no puedo…. mi grupo se empieza a alejar y no puedo alcanzarlos porque no puedo seguir “corriendo”….

“Ok… tengo que llegar sólo al Km 21, y pido asistencia si me sigo sintiendo mal”. Llegando al arco del medio maratón, pienso: “bajaré el ritmo, y llegaré al km 25, ahí voy a pedir algún masaje o algo”.
Al llegar al Km. 25 agarré ánimo porque mis hijos y mi esposo me estarían esperando en el KM.30, y pues a lo mejor ahí podía abandonar la competencia.

KM. 27.5… “quiero vomitar!”. Entre el dolor de mi pierna, que ahora parecía mas intenso, y el calor que nos daba fuerte y de lleno, creí que iba a vomitar, pero tomé mucha agua y seguí adelante…faltaba muy poco….

Finalmente los ví. Mi esposo y mis hijos estaban ahí, con sus carteles de porras, con sus ojitos de “tú puedes!!!!!”, y mi dolor pareció ceder (al menos por un rato) y caminamos juntos. No les dije que al llegar al 30 pensaba renunciar, y llegamos caminando a la marca. Sabiendo que el comité te recoge a cierta hora, decidí seguir hasta donde pudiera, y me despedí diciendoles que nos veíamos en la meta.
Un señor me preguntó si estaba bien, y le dije que sentía un dolor. Él también estaba con un dolor, TODOS los que estábamos batallando a ésta altura era por un factor que nos cambió el ritmo, pero que aún deseábamos seguir adelante. Éste corredor me dijo: “para la hora que es, si continuamos caminando, sí llegamos a tiempo a cruzar la meta”. Le dije: “usted cree? De verdad? Cree que podemos terminar a tiempo?”. Y me dijo: “Claro!!! sólo no dejes de caminar”.

Caminé los últimos 10 kms, pero ya no estaba sola. Me acompañaba un muchacho de Cd. Victoria – era su primer maratón- y una chica de Tampico, y otros rostros sin nombre de personas que se rehusaban a renunciar, todas con su propia historia. El que más nos llegó, fue un señor que iba corriendo con un cinto con el cual iba jalando a su hijo, un joven que al parecer padecía de algún síndrome o enfermedad, y que al verlo con más ganas nuestros dolores, o calambres o lo que sea, pasaron a segundo término, y seguimos adelante.

KM. 34…35…36…. 37…38…39…40!!!!… La meta es segura! Hay tiempo suficiente!.
Y había tiempo suficiente porque yo no me dí cuenta de que a partir del KM 30, estuve caminando casi al mismo ritmo – y a veces un poco más rápido- que la velocidad con la que estuve trotando en los kms 18-28.

Llegué a la meta! Crucé con mi hijo, y con lagrimitas en los ojos. Mis piernas adoloridas, mis uñas ardiendo (sé que se van a caer), pero llegué!

Mi meta era terminar. Cumplí mi meta. Mi reto era demostrar que si te esfuerzas, aún con las adversidades y contra tu mismo potencial, si tu mente y corazón lo desean, puedes superarte y alcanzar tus propósitos.

Recibí mi medalla, mi chamarra de finisher y mi plátano. Jajajaja.


Fué un día de dolor y cansancio físico, pero era un día de fiesta. Mis hijos vieron el valor y el costo detrás de ése pedazo de metal que cargo en el cuello con tanto orgullo. Y todo es color de rosa, hasta que sale un prietito en el arroz.

El miércoles tuve una cita con un profesional deportivo. Le conté la historia que acaban de leer. Y empezó a fluir el veneno.

Me dijo que prácticamente mi entrenamiento había sido basura, mi alimentación era basura, mi estrategia era nula, mi riesgo fue demasiado, que debí renunciar en el km 18, y que gente como yo son los que nada tienen que hacer en éstos eventos. Que los deportistas se preparan, contratan un coach, un nutriólogo, saben cuántas calorías queman por hora, que cuidan sus tiempos, que ésto y que lo otro…. 
Le repetí que yo no soy, ni planeo ser, una atleta, sino que soy una mamá que quería ser un modelo para sus hijos, y pues el hombre me reitera que ésa es la razón más estúpida para hacer lo que acabo de hacer. Que sus clientes son unos triunfadores, que acaban en 3 o 4 horas un maratón y califican para el Boston, y las arañas. Mi pregunta entonces fue: “y tu cliente de 3 horas, ¿recibió la misma medalla que me dieron a mí?”.

Si tu corres para demostrarle a los otros que eres “más ch*ngón”, lo que eres entonces no es un ch*ngón, sino un inseguro.

Si corres para superarte a TI MISMO, felicidades!!!

Si corres para dedicar tu triunfo a alguien, para celebrar algo, por una razón muy privada, porque estás sobreponiéndote a una situación (una muerte, un cáncer, etc) o para contribuir a alguna causa cívica: MIS RESPETOS POR TI.

Pero si corres para pisotear los motivos de otros, y humillarlos aunque hayan logrado lo que sólo el 1% logra, eres una mierda.

Y así amigos concluyo con ésto.

Yo no tengo la obligación de explicar el porqué de mis decisiones, las correctas o las incorrectas. Obviamente no entrené pensando en que me iba a pasar algo, pero si entrené para superar la marea de pensamientos negativos que vienen en una carrera de larga distancia. 
Mi TRIUNFO, y mi medalla, son tan válidos, ya sea que hubiera acabado en 2 horas con los kenianos, o en 6 horas, con los heridos, que terminan siendo héroes muchas veces, por su determinación de hierro.

En la vida hay millones de gente mierda que te va decir que NO PUEDES lograr algo que quieres hacer. Habrá mierdas diciéndote que RENUNCIES a algo que ya estás haciendo. Pero encima, aún MÁS mierda, el que te ve que LOGRASTE ALGO y te quiere robar la alegría de tu triunfo, y destruirte minimizando tu esfuerzo.

Siempre habrán esas cacas en el camino, así que: házlo! Lo que quieras hacer, házlo! Y no por ellos, no valen nada, pero házlo por tí, porque mereces el esfuerzo y la victoria.

Mi mejor momento después de ésta experiencia fue cuando mi hijo me vió llorando por el dolor físico y por el coraje de lo que éste pedazo de mierda me había dicho, y corrió a traerme hielo y ponerlo en mis heridas, y me dijo “mamá: no llores por ése tonto, no lo merece. Te queremos mucho, por que lo que hiciste, lo hiciste por nosotros”.





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